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En la vieja Rusia vivía un fabricante de muñecas las hacía de madera, las pintaba de colores y les ponía grandes ojos y caras sonrientes un poco pícaras, un poco gruesas, un poco alegres.
El Fabricante acudía a la iglesia todos los domingos, luego iba al bosque para buscar madera la quería vieja y fuerte, madera de las raíces de árboles centenarios. A veces, buscaba durante horas sin encontrar nada. Un día muy frío de invierno el maestro encontró un trozo de madera estupendo…