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Y sin ventanas abiertas no se asoman las niñas. Entonces, el mundo profundo, el de los sueños, despierta con toda su magia. Así sucedió aquella mañana: Radiombligo lanzó arrullitos de todo el mundo para adormecer a su público. Dicen que, a lo lejos, se escuchó algo como un bostezo gigante, que era la suma de todos los bostezos de la ciudad.