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La música es alimento para el espíritu de los niños. Es también la poción mágica que les pone alas para escapar de los laberintos de la miseria que traen vicios y valores corrompidos. Oigamos la experiencia de El Sistema, donde miles de niños y niñas venezolanos se armaron de instrumentos musicales que, en vez de balas, disparan flores y canciones.